domingo, 2 de octubre de 2011

Alí Primera en el recuerdo de Silvio Rodríguez


Esta canción es una canción de rebeldía, de reafirmación, se la quiero dedicar a un amigo, a un gran cantor venezolano que físicamente nos dejó pero sus canciones maravillosas todavía están con nosotros, bregando y luchando: Alí Primera… un gran necio.”

El trovador tal vez se fijó en el claro de la luna que esa noche de mayo cobijaba a los pobladores de Lutgaridta, el barrio habanero desde el que dedicó su recuerdo a Alí, Padre Cantor de Venezuela, salvado, entre únicos e impares, por la gratitud de un pueblo nada manso que reivindica amorosamente su memoria y su legado.

Después de esa dedicatoria Silvio Rodríguez entró de lleno, con una emoción particular, en su tema, El Necio: Yo no sé lo que es el destino/ caminando fui lo que fui…

De trovador a trovador, Silvio había escogido exactamente el tema preciso: … a la zurda, más que diestro…

Sería luego de aquél baño de ternura sobre una zona sin agua que Silvio ofrecería a esta periodista sus palabras. Y en una casa del barrio, de Lutgardita, en un ambiente de humildad cónsono con lo que vendría comenzó el vaivén de los recuerdos.
Silvio habla de Alí

“Yo conocí a Alí en Berlín en 1972. Él estaba allá por el partido (Partido Comunista de Venezuela) y estaba estudiando. En medio de un tremendo frío, y hasta nieve se dio en febrero el Festival de la Canción Política que hacía la Juventud Libre Alemana. Era la primera vez que yo salía, que iba a Europa. Ahí estaba Alí. Allí lo conocí. Era un festival lleno de participantes de Asia, de África, de iraquíes, de la Europa profunda también, húngaros,… y de pronto encontrar un venezolano allí fue refrescante”.

No le cuesta mucho a la memoria de Silvio seguir evocando y recuerda, haciendo un movimiento con sus manos, la característica cabellera del falconiano en Alemania.

“Discutíamos mucho. Discutíamos muchísimo, pero nos llevábamos muy bien. Nos queríamos mucho. Nos hicimos amigos a partir de ese momento. Yo no lo conocía. Empecé a escuchar sus canciones allí y ya después me empezaron a llegar por distintas vías, y me di cuenta de que era un cantor importante”.

Silvio acentúa: “Era muy discutidor Alí. Era sangre siempre hirviendo. Muy radical, y además, él siempre asumió que su canción era agitativa”

-Sí, siempre se reconoció como un Cantor de Barricada

“Totalmente: De barricada. Él es el cantor de barricada por excelencia que yo haya conocido en mi vida. He conocido a otros, sin lugar a dudas, pero así, que lo llevara así en el corazón…él asumía la canción de esa manera y lo planteaba, planteaba que la canción era para movilizar. Él lo decía: mi canción es una canción de barricada”.

-Ahora, cuando fuiste a Venezuela ¿lograste constatar o verificar el por qué de esa pasión de Alí?

La pregunta surgía porque ya Silvio me había hecho saber que hace muchos años cantó decenas de veces en Maracaibo, la zona del petróleo; también en la frontera norte con Colombia y hasta en San Fernando de Apure, donde incluso conoció al Indio Figueredo. “Apure no era una zona por la que pasaba mucha gente en aquellos tiempos”, había dicho.

“Bueno, vi, estuve algunas veces en los cerros y sí, me di cuenta de que Alí cantaba así por los desposeídos venezolanos, porque la gente pasaba mucho trabajo; él era como una voz, no te voy a decir de la marginalidad, pero sí de la parte más sufrida y más dolida por lo menos del pueblo urbano. No sé cómo funcionaría lo que él hacía en zonas más agrestes, en los llanos, en otros lugares, pero al menos urbanamente él me parecía que era una voz muy urbana, que tenía que ver con lo que pasaba en los cerros, en las calles”.



Managua y Caracas

La defensa de lo propio, de las realidades de cada pueblo asociando la militancia a la tarea de reivindicar ese bien intangible, no rentable y de conciencia que es la cultura cuando se desprende del sometimiento llevó a los dos trovadores por diferentes países. Volverían a encontrarse en Nicaragua en el II Festival de la Nueva Canción Latinoamericana (18 al 24 de abril de 1983). Habían transcurrido 11 años.

-Ustedes se consiguen nuevamente en Managua…

“Coincidimos en Managua en el festival de 1983. Estaba muy, muy afectuoso. Yo no sé si le pasaba algo, pero lo recuerdo porque me llamó mucho la atención”.

Fue ese el Festival donde Alí entonó “El sombrero azul”

El recuerdo cambia entonces de ciudad.

“Después de eso nos vimos en el Teatro Nacional, en Caracas. No recuerdo si yo estaba con Noel (Nicola) o con Pablo (Milanés). Yo estaba con otro compañero y me acuerdo que estuvo allá atrás en el camerino y me dijo: te traigo este regalo. Y me trajo el cuatro”.

Le digo entonces a Silvio que para nosotros Alí es el Padre Cantor, la referencia, que cuando no se hablaba de Bolívar él hablaba, que cuando no se hablaba de revolución él hablaba, que cuando no se defendía a Cuba él la defendía. Silvio responde con música:

“Qué linda la canción aquella que él hace del niño y Bolívar, un niño que habla con Bolívar”



-Él decía mucho que estaba entre la rabia y la ternura

“Seguro. Es que todas esas rabias salen de un profundo sentimiento de amor. La rabia es una reacción a los grandes sentimientos de solidaridad. Y en este caso salía de un ser eminentemente solidario, y yo creo que esa ternura subyacía detrás de esa manera rabiosa”.

De repente: “Siempre he oído decir de que hay sospechas de que le arreglaron el carro ¿no?

Silvio se refería al fatídico 16 de febrero de 1985…
Venía del estudio de grabación… El disco lo terminó su hermano José Montecano

“Creo que yo lo conocí. Cantamos juntos con Lilia alguna vez, una de las últimas veces que fui a Venezuela. Él estuvo. Yo conocí a los hijos, pero cuando eran chiquitos. Había una hembrita también, una niña. Conocí también a Sol en algún momento, me parece que en casa de Lilia”…

El tiempo apremia y el camino de retorno de Lutgardita al centro habanero es largo. Le entrego a Silvio como obsequio un par de libros donde se recogen la obra musical y la expresión ideológica de Alí. Silvio dedica un afiche:

“Al pueblo de Falcón, cuna de Alí Primera, cantor inmortal de los pueblos latinoamericanos”

Y luego, corazón y guitarra en mano, Silvio Rodríguez, antes de salir del barrio soltó aquél “Gracias por acordarse de mí” que sonó inmenso, como el tamaño de la noche.

P.D. Al otro día pudimos ver el cuatro de Alí, la letra de Alí Primera sobre la madera de aquél instrumento que Silvio Rodríguez guarda y preserva celosamente, como nosotros, pueblo, preservamos la memoria de quien nos enseñó con ese cuatro que la Patria es el Hombre. Cubadebate

Fallece la reconocida actriz cubana Adriana Santana


La actriz de teatro cubana, Adriana Santana, una de las figuras más destacadas de las tablas y el cine de la isla caribeña, falleció este viernes en La Habana víctima del cáncer, informó la prensa internacional.

Con el fallecimiento de esta actriz, el arte dramático cubano pierde una de sus grandes representantes, y una destacada exponente del movimiento teatral gestado en los años 60 y 70 bajo el liderazgo de creadores de la talla de Vicente y Raquel Revuelta, Berta Martínez, Abelardo Estorino, Martha Valdés y Armando Suárez del Villar.

Santana integró durante 20 años la compañía habanera Teatro Estudio, en la que desarrolló la mayor parte de su trayectoria bajo la dirección de importantes íconos de la escena caribeña.

Sus mayores éxitos se produjeron bajo la dirección de Abelardo Estorino, con quien trabajó desde los años 80 hasta la actualidad.

Con Estorino, Santana realizó una de sus interpretaciones cumbre con la pieza Ni un sí ni un no, y la convirtió en una de las grandes representantes del teatro de la isla.

En 1989, el dramaturgo escribió especialmente para ella el monólogo Las penas saben nadar, que fue adaptado para la televisión y recibió el premio de la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York en 1997 y el Premio a la Mejor Actuación Femenina en el Festival Internacional del Monólogo de Miami en 2001.

Nacida el 16 de diciembre de 1948 en la localidad oriental de Las Tunas, Santana era graduada de la Escuela Nacional de Arte y debutó en 1970 interpretando el personaje de Belisa en la obra La discreta enamorada, de Lope de Vega.

La actriz trascendió como una gran intérprete casi siempre en roles dramáticos en medios como la televisión y el cine, en los que se recuerdan sus actuaciones en las teleseries El año que viene (Héctor Quintero) y Doble juego (Rudy Mora).

En cine, intervino en los filmes Polvo Rojo, de Jesús Díaz (1982), Jíbaro (Daniel Díaz Torres, 1984), Isla Negra (Cecilia Bartolomeo, 1995) y Casa Vieja (2010), del cineasta Lester Hamlet, y ganadora del premio de la popularidad del XXXII Festival Internacional del Nuevo Cine de La Habana.

La actriz estuvo casada durante 42 años con el músico estadounidense Pablo Menéndez, residente en la isla y con quien tuvo su único hijo, Osamu. Telesur

lunes, 22 de agosto de 2011

Cuba: Canto a Baracoa


Nuria Barbosa León
Baracoa, joven mestiza de 500 años, con rostro de española y caderas de africana, vive entre las montañas y el mar, en la geografía donde convergen las aguas dulces y las saladas.

Su casa se construyó en el punto de unión de las nubes, la cima de la montaña y la línea del mar. Las paredes visten la madera preciosa talada en los bosques vírgenes, el cobre cubre el techo para multiplicar la luz solar y la arcilla negra alfombra el suelo.

Baracoa hospeda a todos aquellos que llegan a su puerta porque la vereda hasta ella sólo es transitable por la ladera de la montaña y retribuye el esfuerzo del recién llegado con una hospitalidad con humildad.

Halaga a sus huéspedes con manjares a base de coco y para garantizar el pronto regreso ofrece bebida de café y cacao.

Baracoa fue colonizada por los españoles, asediada por corsarios y piratas y en ese período se exterminaron sus minerales, talaron sus bosques, redujeron sus ríos a la búsqueda de oro y extinguieron a los indígenas.

Pero hoy Baracoa se despertó rebelde, construyó puentes, escuelas y hospitales entre las montañas, regaló cultura a sus entrañas, repartió luz eléctrica y empleo a sus pobladores.

Baracoa sólo tiene un gran defecto: no sabe ser gobernada y por eso se impone y manda.

A esa eterna joven del alma: ¡salud y vida!

Fuera y dentro del Pais innombrable


Malena
Ni a irse ni a quedarse, a resistir, aunque es seguro que habrá más penas y olvido.

Juan Gelman

Cuando ella decidió quedarse en el país peligroso, lo hizo contra su propia voluntad. Un día antes que la sacaran como una delincuente del lugar donde trabajaba y delante de los niños que recibían clases de guitarra, había ido al cine más cercano a ver una película francesa. Era la tercera vez que lo hacía y en un horario que trasgredía la leyes impuestas por el gobierno de su País innombrable. No me pasará nada, no hay nada de malo en ir al cine, le dijo a su compañera de habitación cuando ésta le advirtió sobre las medidas que tomaría el jefe de comando si llegase a descubrirla alterando el orden.

Ella que de ahora en adelante llamaré Alejandra, tenía un corazón caribeño y universal. Había crecido en medio de artistas que le enseñaron a cruzar las fronteras sólo con la imaginación y aprendió de algún escritor que la muerte no llega precisamente con la vejez sino con el olvido. En sus 25 años de vida nunca había salido del país innombrable. No por falta de dinero ni de ganas sino más bien de suerte. El gobierno de ese país en la búsqueda de resguardar su soberanía mantenía un rígido control entre los ciudadanos. Así que viajar al exterior se convirtió en un privilegio que solo algunos podían ostentar.

La tarde en que una comisión de funcionarios públicos se trasladó hasta su casa, ubicada en un pequeño barrio cercano al mar, para informarle que había sido elegida como militante de una “misión importantísima” en el país peligroso, Alejandra estaba cantando en el bar de la esquina la canción El necio de Silvio Rodríguez.

No estoy interesada, le respondió al informante. Tengo otros planes para mi vida. La tropa dio media vuelta y se retiró en silencio. Ella dio media vuelta y volvió a subir a la tarima. Tres días después Alejandra estaba abordando el avión con destino al País Peligroso.

Mientras escapaba del edificio donde habían realizado su juicio, el mismo donde se hospedaban sus verdugos, tuvo la sensación de estar a punto de perderlo todo. Sin embargo tomó el ascensor con destino al séptimo piso para ratificar que se dirigía a la habitación de la única persona que solicitó ver para despedirse: Antonio, otro juglar quien años atrás había descubierto junto a ella las multiplicidades del amor.

Con el fin de asegurarse que no escaparía a ningún lado, el guardián de turno la puso a cargo de su hombre más fuerte. Síguela y no la pierdas de vista ni un solo momento. La advertencia fue clara pero el súbdito jamás la vio salir de la habitación porque había perdido todo contacto con la realidad viendo un partido de la Liga Italiana de Fútbol, en un televisor ubicado al final del pasillo. Cuando reaccionó, ella ya estaba saliendo del edificio y subiendo a un taxi sin saber a dónde ir.

La noticia de la deserción llegó de inmediato a su natal aldea. A su madre le informaron que se había escapado para trabajar con una familia de narcotraficantes colombianos. Asunto que años más tarde la acusada refutó alegando que para aquella época sólo había coincidido con un periodista colombiano que en el afán de enseñarle su cultura, la invitó a su casa para hablarle de la historia del vallenato y que ella en un gesto de agradecimiento le interpretó en la celebración de su cumpleaños número veintidós, tres canciones de este género: Matilde Lina, La hamaca grande y El Cantor de Fonseca.

A sus compañeros le dijeron que la condena impuesta a la joven se debía al abuso sexual cometido sobre uno de sus pequeños alumnos, mientras la mitad de los vecinos rumoraban de un supuesto escape con un amante millonario y la otra, de un trabajo clandestino y de poca reputación para una mujer promesa del país innombrable. En fin se decía una cosa y la otra. Los periódicos y la televisión afirmaron que ella ya estaba en la capital del País Enemigo. Traición a la patria, Diversionismo ideológico, No siempre el hijo pródigo regresa a casa, fueron los titulares más ocurrentes.

Era un hotel pequeño y oscuro donde Alejandra se escondió, gastando el poco dinero que llevaba consigo. La única ropa con la que contaba era la que llevaba puesta. La primera noche de su huida, se fumó completa la caja de cigarro que alguien le regaló poco antes de saber el precio de su error. Debe regresar al país innombrable hoy mismo a las 5:45 de la tarde. No podrá usted salir del País innombrable el resto de su vida ni tampoco ejercer su oficio. Creo que su trova empieza a trabarse, señorita. De modo que, la joven ingresó desde ese mismo día en que escapó, a una larga lista de indocumentados, de una nación que se autoproclamaba seguidora del lema: libertad, Igualdad, fraternidad.

El gobierno del país peligroso, a petición del país innombrable y para resguardar las buenas relaciones con éste, prohibió cualquier tipo de contacto de instituciones del Estado con la desertora. A su vez el servicio de inteligencia del país innombrable impidió la salida de los padres de ella al exterior y no contentos aún con esa decisión sus teléfonos fueron intervenidos por si se les ocurría comunicarse con la primogénita.

Un día de julio, bajo una lluvia inclemente, una comisión enviada por el nuevo gobierno del país innombrable la encontró trabajando como maquilladora de muertos en una funeraria. La habían buscado durante 15 años en todos los rincones de los países que componen el tercer mundo. En todos los miserables pueblos de un continente hambriento. En los suburbios que han crecido en las afueras de las capitales de la moda. Pero ella siempre estuvo ahí, solo a tres kilómetros del edificio donde fue dictada su condena.

Vuelva a nuestro país, que es su país. Le dijo con voz de mando el jefe de la comisión. Nuestro Presidente le envía disculpas oficiales por los errores cometidos en el pasado.

Ella que jamás estuvo esperando aquella visita ni mucho menos con aquel propósito interrumpió de manera brusca su oficio para mirarle fijamente los ojos al interlocutor. De pronto sintió una opresión en el pecho como si esta vez empezara a morir de verdad y no pudo reprimir la tentación de cantarle:

Me vienen a convidar a arrepentirme

Me vienen a convidar a que no pierda

Me vienen a convidar a indefinirme

Me vienen a convidar a tanta mierda

sábado, 13 de noviembre de 2010

Diomedes Díaz: Dedico el Grammy a quienes me siguen en verano o en invierno

El Heraldo
Quienes lo conocen aseguran que él todavía no ha podido entender en qué momento la madeja que enredó su vida lo puso a pender en un delgado hilo del inmenso tropel a que lo ha sometido la fama y el prestigio, una queriendo vencer a la otra y las dos marcando los pasos que debe seguir un artista, el cual generó las grandes diferencias dentro de su generación y la música que representa, al tiempo que hay quienes sostienen que no hay un artista en nuestra patria que haya mal aprovechado de tal manera todo lo que la naturaleza musical de la gran provincia le prodigó.
Lo vi llegar con sus cinco pisos a cuestas y la presión constante de llevar entre pecho y espalda la mirada inquisidora de un pueblo que le sigue, para saber qué dice, qué hace, qué piensa y cuál es su nueva creación, sumado al liderazgo que sostiene de la música vallenata, pese al mal momento que vive, reflejado en los buenos y malos comentarios que produce y lo persiguen como un fantasma. Llegó perfumado y todo vestido de blanco.
—Primo, si viene a preguntarme cuántos errores he cometido, le diré que son muchos —me dijo, al tiempo que se agarraba las manos y miraba a los lados como en busca de algo.
Pero la verdad-verdad, es que no soy un hombre malo, es más, no tengo por qué serlo. Mis padres me criaron con mucho amor y eso es lo que respiro en mis canciones. No tengo en mi alma nada de resentimiento. Todo el mal que me han hecho, ya lo perdoné. Espero que también lo hagan con mis errores.
Agachó la cabeza como en busca de una absolución. No era el indicado para perdonarlo, pero comprendí que su actitud lo que buscaba era protección. Me miró de frente, como queriendo adivinar la pregunta que venía. Solo atiné a decirle, qué podemos esperar su familia, sus amigos de verdad, sus seguidores, si la gente dice que usted llega borracho y con otras drogas entre pecho y espalda, que incumple y que ya no canta.
—Vea primo, de mí se ha dicho de todo. Conmigo se han ensañado. Desde pelao me ha tocado luchar para darle nombre a mi nombre. Muchos no me perdonan que haya salido a la otra orilla”.
Le pregunto entonces: Diomedes, ¿por qué no sales de esos problemas de droga y alcohol que tanto daño le ha hecho a su vida? Se sorprendió con mi reflexión y vi que arrugó la frente, que en él, es un signo de malestar.
—Primo si yo fuera solo alcohol y droga, ya no existiría Diomedes. Eso es más mito que realidad. Lo que pasa es que ese es el caballito de batalla que usan conmigo. Solo para poner por encima ese problema, a mi talento. Si fuera pura droga, ¿usted cree que tendría voz? Es tanta la mala fe frente a mis problemas, que cuando sufrí la enfermedad que padecí, más de uno sin reflexionar dijo que era producto de la droga. Pensar que ese mal me lo produjo un virus que cogí en el ambiente. Todo eso lo he vivido con paciencia franciscana. Pero Dios es grande y la virgen del Carmen que no dejan de ayudarme, me acaban de mandar el premio Grammy con mi compañero Alvarito.
Abrí mis manos como deteniendo sus impulsos: Diomedes qué piensa de su más reciente producto musical, le pregunté.
—Ese es un trabajo hecho con el alma, pese a mi enfermedad, lo canté en una tarde rodeado de mi mamá, mis hermanos, mis hijos y mis amigos más cercanos. Pese a que muchos no creían en lo que estaba grabando, ha tenido una gran aceptación.
Es tan bueno, que la gente del Grammy lo ha escogido, dando la pelea para obtener ese galardón que desde ya se lo dedico a todos mis seguidores, a esa gente humilde que en invierno o verano me sigue. Para ellos, Diomedes no es malo y es que no lo soy primo, se lo juro por mama Vila, por el viejo Rafael María que está recogío por Dios.
Tranquilo primo, que le creo. ¿Qué piensa Diomedes del Grammy para el vallenato?
—Es un gran logro para nuestra música. Estaba en Venezuela cuando se produjo esa noticia tan valiosa para nuestro folclor y quienes lo han ganado merecen ese gran premio.
¿Cómo ve su producto Listo pa’ la foto frente a los nominados?
—Mi producto no es porque sea mío, está a la altura para ganar ese bello trofeo. Tengo a unos grandes talentos al frente: Poncho es un maestro del vallenato, Cocha fue mi compañero, Jorge otro grande del folclor, el Binomio aunque no esté Rafa, sigue bajo la batuta de Israel, que es un gran acordeonero y de Omar Géles y Alex Manga, son muchachos que hacen una gran labor. Cualquiera de ellos, puede ganar.
¿Qué podemos esperar de Diomedes Díaz Maestre, más escándalos, más comentarios negativos en los medios de comunicación o una mejor manera de vivir la vida?
—Vea primo, siempre he respetado a los medios de comunicación, pero para mi infortunio, me he encontrado con unos personajes que dicen quererme, que les gusta mi música, pero que apenas cruzo la esquina, escriben hechos que no son verdad. Llenan tantas cuartillas contra mí, que a veces, he llorado de la impotencia, porque es una invención de mala fe que no tiene compasión de Dios. Pero bueno, también entiendo que es producto de la fama y algo tienen que decir, así sea una verdad a medias. Pero esa no es la gente que va a acabar a Diomedes. Para eso cuento con mi gente que está regada por muchos lugares del mundo, que me defienden sin conocerme, que tal cuando me conozcan. Todo se lo dejo a Dios, mientras tanto les seguiré cantando y componiendo a la gente que sigue mi música. Vine a este mundo fue a dejarle un regalo musical, no me preocupa que los resentidos escriban tantas páginas malas sobre mí, no se han dado cuenta que soy más que eso. Como dice un canto mío, “el día que me muera les dejo mi canto y mi fama”.
¿Qué le parecen los nuevos valores del vallenato?
Lo hacen bien, creo que Jorgito Celedón y Jimmy Zambrano, Silvestre Dangond y Juan Mario de la Espriella, Peter Manjarres y Sergio Luis Rodríguez, Jean Carlos Centeno y Ronald Urbina, representan bien lo que hacen. No los veo como competencia sino como unos embajadores de nuestro folclor.